sábado, abril 03, 2010

La señal

Hay días enteros en que está inmóvil.
No se queja, no sonríe, no gesticula, no dice, no explota, ni siquiera calla.
¿Le pasará algo? ¿Le pasará nada? Mientras crece a una velocidad
tan vertiginosa que ni ella se da cuenta, alrededor suyo un pilón
de terminales receptoras abren sus portales para captar las señales
que el brillo que la recubre hace suponer que va a emitir.
Un brillo que decía que se iba a comer el mundo.
Que iba a desenmarcar todas las obras y a desfasar
todos los mensajes lineales y unidireccionales
que se venden por dos mangos en cualquier esquina multiplicados
por infinito punto rojo.
Pero está inmóvil. No se queja, no sonríe, no gesticula,
no dice, no explota, no calla, ni siquiera está inmóvil.
Ni siquiera está.
Unas gafas que ahora comparten con zapatos viejos
el fondo de una caja de cartón habían sido los culpables del hechizo,
que ya no se puede romper y traduce cada segundo en fuerza progresiva
hacia un ansiado porvenir donde las bombas sólo explotan
en las conciencias de los hijos de puta y los tomates florecen
en los jardínes de los que merecen la protección de los más fieles y tenaces escudos.
Pero ella no sabe que esa tierra sólo se abona en la realidad si se rompe el hechizo.
Ella tiene que emitir señales, dijo Mariana.

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