jueves, mayo 29, 2008

Catamarca

Anteanoche soñé con Catamarca. Era una inmensa montaña o loma de superficie regularmente ascendente que se remontaba perdiéndose entre los cielos secos, hasta ahí donde ya no se ve más que confusión natural.

Cuando Catamarca apareció veníamos de Córdoba. Pensábamos en ir a algún lugar irregular, sortear el camino marcado, improvisar. En el mapa sonó seductora. Pensé en una mujer inimaginablemente bella cuando vi su nombre escrito entre los símbolos tribales de la cartografía, desplegada sobre una mesita de piedra con corazón de alambre grueso. “Catamarca”, pensé, “qué bien suena tu nombre de mujer. Catamarca, quiero conquistarte”. Allí fuimos.

Entonces la encontramos, y pudimos ver algo insospechado: tenía sus laderas plagadas de carteles de cartón clavados en sus tierras, parecidos a esos que venden lotes de tierras o empanadas o chivito a las brasas o un dos ambientes. Amarillos y blancos, letras negras, palos madera estacados.

Uno junto al otro, multiplicados por millones, ascendiendo hacia los cielos sobre la superficie terráquea de Catamarca. Llevaban mensajes que no recuerdo, y es eso ahora lo que más me inquieta.

¿Qué me habrás querido decir, altiva Catamarca, que tuviste que hincharte hasta las nubes y multiplicar tu sentencia infinitamente hasta poner sobre mis narices lo inconmensurable?

jueves, mayo 22, 2008

Esquilarte

Cuando se te cae la piel de las manos
y tu boca de verdeo sopla vidriosos trozos de colores
sueño con esquilarte
llevarme ese pelaje transparente que te abriga
en una bolsa de arpillera
y cubrirte de tierra entonces
para desenterrarte la mañana más próxima
con el desayuno humeante sobre la greda:
café en copas de cristal
porque, claro, sos una reina
y mientras leés la revista ¡Hola! de hace casi siete años
sintonizo una canción neblinosa que susurra algo sobre un mar negro que se parte.
Como tu cabeza después de tan poco vino
como mi corazón bravuconazo después de esquilarte.

jueves, mayo 01, 2008

Alaska-Almagro

Yo solía entender al amor como algo fino y desgarrador,
punzante definitivo fatal invierno de Alaska.

Era románticamente maldito: había luz o había sombra, pedestal entre los pompones o túnel, registro civil o manicomio, un nene y una nena o botellas de whisky berretón en un cuarto oscuro y húmedo de soledad.

Necesitaba ir hasta donde ya no quedaba nadie más que mi cuerpo ridículo.
Necesitaba obsesivamente la obsesión.

De todos modos, ya no tengo amores desgarradores.
Me siento salvo aquí levitando burbujeante, y encuentro buena compañía en Almagro, cerca de la plaza.