miércoles, agosto 26, 2020

¡Sayonara idiota!

"¡Sayonara idiota!" gritó el ponja Luis

desde la tintorería Tres Marías 

en una esquina de Florida Oeste

aquella tarde de verano con ochenta grados

a la sombra de un naranjo.

En un pase de magia del destino

crucé volando en mi nave, apelmazado,

y mientras contaba el ganado de mi vida

cuatrero lagrimeé la bella melodía;

sentí que estaba en algún rincón 

del corazón, mondongo aquel, salado

por las lágrimas de un cocodrilo

habitante de los remotos rincones 

del partido de Vicente López.

jueves, agosto 13, 2020

Beso de río

Llegué con mi último esfuerzo 

hasta el límite donde termina la tierra 

y empieza tu beso; 

estabas aunque oscuro tan diáfano

que no pude sino preguntarme 

en voz alta ante la indiferencia

de un pescador solitario:

¿cómo puede un río ser tan ancho 

que es imposible ver una orilla 

desde la otra?

Sólo vos sos pudiente de 

tal atrevimiento, marrón monumento 

a la historia que, como ella,

se mueve en constante flujo 

de pleamares y bajaríos. 


Convergen en vos los sedimentos

milenarios del cono geográfico suramericano

con el cortante frío continetal atlántico 

subiente desde el confin sur del mundo,   

estuario bravo donde se bañan los dragones,

único cementerio de muertos sin descanso 

vivos en los pasos y los carteles, cadáveres

incómodos, capaces de dibujar un futuro.


Aunque la ciudad -que antes bailó con vos

el bolero enamorado de tu aire denso 

de terrosa humedad- hoy te de su espalda  

me detengo a mirarte en silencio 

y me animo a pedirte algo

en secreto porque vos

sos la única deidad

a la que rindo

culto y rito.


Río de la Plata   

  


sábado, agosto 08, 2020

Seismil

Dispuesto a zambullir 

mi cuerpo baboso de molusco

en la espesura ardiente 

de un nuevo té con leche 

me asalta repentina acaso una revelación: 

Soy un náufrago en la ciudad. 

Disfruto de una cruda soledad salvaje 

perdido entre la mansedumbre 

de un temerosa y citadina multitud

plegada sobre sí como un caracol 

en su coraza de olvidar.

Aunque estoy entre estas cuatro paredes 

excedidas de yeso, el viento corre 

como si fuera yo una roca volcánica 

que rueda irregular por la piel húmeda 

de un pico cordillerano -¿acaso un seismil 

catamarqueño?- bañado por las nieves eternas 

que untadas sobre el filo oxidado de su ladera 

invitan a asomar mi pescuezo larguirucho 

hacia la ilusión insondable del próximo verano.

jueves, agosto 06, 2020

Vilardebó

Ayer: la ciudad amaneció cubierta de humo 
y yo colgué como mono de una rama de anís 
estrellado
crecida de entre las rajaduras de baldosas 
en un camino al tiempo que pasó y no volverá 
y ya no importa...

Hoy: marco pasos. Son impactos 
entre el monte que resuenan acompasados; 
un colchón de humedad fiera los ecualiza 
en una frecuencia que solo escuchan 
alimañas y fantasmas 
de apellido Sánchez y Gamarra 
o en su defecto, Vilardebó.

miércoles, agosto 05, 2020

Hospital Pirovano

Sobre la vereda cascoteada, una carpa blanca
en forma de túnel abraza una estructura provisoria
con ilusión de abarajar la emergencia;
atrás cae la tarde vieja de Coghlan hacia una aguja
de ladrillos que nace en las entrañas de las cloacas
y trepa hasta cielo abierto; el club El Tábano
reposa cerrado porque es domingo eterno y el mundo
duerme todas las siestas que nunca durmió.
No así la guardia del Pirovano:
Mariana, Lucía, Martín, Emilia y tantos más
juegan su vida a cada minuto
en ese Santuario del Roto y del Averiado
siempre abierto si te dieron un balazo
si te apuñalaron o sos un vagabundo
y no tenés donde dormir la borrachera
de no saber qué día es, si perdiste
el gusto y el olfato, si no te bancás
la soledad o paranoiqueaste, ahí va a estar
escaso de insumos pero duro
de tanto esnifar realidad sobre
avenida Monroe, se erige
la Marilyn de la  salud pública urbana,
trmémulo y dorado Pirovano.