Si es que el verano tiene corazón
-trompo hecho de tiempo que una vez
y otra vuelve por siempre-
allí poso mi cuerpo ingrávido
toda vez que aparecen en mi recuerdo
tus clavículas bonaerenses.
Si es que el verano tiene corazón
-trompo hecho de tiempo que una vez
y otra vuelve por siempre-
allí poso mi cuerpo ingrávido
toda vez que aparecen en mi recuerdo
tus clavículas bonaerenses.
En simultáneo: el pueblo en siesta
sumido en un lapso sin tiempo
guarecidas las personas y alimañas
del castigo del calor y del aburrimiento.
Por la rendija de la persiana vieja
filtra un sol serrano y suave
como la bruma al cubrir un puerto
donde chocan las olas y los barcos
a la vez que un cantinero gordo
en un bar de dársena
sirve otra ronda de whisky.
Mientras, mis dedos como gotas
de un líquido espeso ruedan
sobre los campos minados
de tus piernas nuevas y abiertas
hacia un futuro inmediato
cargado de sudor y pelos de gato.
Estoy sentado al pie del árbol
donde la Pampa termina
El río a mi lado mece calmo
su tapiz líquido de terciopelo marrón.
Al amparo de su arrullo
canción de cuna antigua
vengo a lavar mis penas
mientras se confunde un rumor
de tonadas extrañas y gritos sordos
son familias de pescadores, ahí abajo.
Como detenidos en el tiempo
toda la tarde sobre el borde
a ver si pica.