sábado, agosto 08, 2020

Seismil

Dispuesto a zambullir 

mi cuerpo baboso de molusco

en la espesura ardiente 

de un nuevo té con leche 

me asalta repentina acaso una revelación: 

Soy un náufrago en la ciudad. 

Disfruto de una cruda soledad salvaje 

perdido entre la mansedumbre 

de un temerosa y citadina multitud

plegada sobre sí como un caracol 

en su coraza de olvidar.

Aunque estoy entre estas cuatro paredes 

excedidas de yeso, el viento corre 

como si fuera yo una roca volcánica 

que rueda irregular por la piel húmeda 

de un pico cordillerano -¿acaso un seismil 

catamarqueño?- bañado por las nieves eternas 

que untadas sobre el filo oxidado de su ladera 

invitan a asomar mi pescuezo larguirucho 

hacia la ilusión insondable del próximo verano.

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