jueves, agosto 13, 2020

Beso de río

Llegué con mi último esfuerzo 

hasta el límite donde termina la tierra 

y empieza tu beso; 

estabas aunque oscuro tan diáfano

que no pude sino preguntarme 

en voz alta ante la indiferencia

de un pescador solitario:

¿cómo puede un río ser tan ancho 

que es imposible ver una orilla 

desde la otra?

Sólo vos sos pudiente de 

tal atrevimiento, marrón monumento 

a la historia que, como ella,

se mueve en constante flujo 

de pleamares y bajaríos. 


Convergen en vos los sedimentos

milenarios del cono geográfico suramericano

con el cortante frío continetal atlántico 

subiente desde el confin sur del mundo,   

estuario bravo donde se bañan los dragones,

único cementerio de muertos sin descanso 

vivos en los pasos y los carteles, cadáveres

incómodos, capaces de dibujar un futuro.


Aunque la ciudad -que antes bailó con vos

el bolero enamorado de tu aire denso 

de terrosa humedad- hoy te de su espalda  

me detengo a mirarte en silencio 

y me animo a pedirte algo

en secreto porque vos

sos la única deidad

a la que rindo

culto y rito.


Río de la Plata   

  


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