Chamuscada iba Teresa
apaciguando la cordillera
de entre las ropas amanecía
su caja llena de historias
me mostró tantas pócimas
tantos atajos, tantas vidas,
abanicos eclécticos de sal
y millones de líneas que
me dispuse a leer entre el frío
y la nieve del verano nocturno
en la altura de aquella Mendoza.
Había también un libro
repleto de sábanas y clichés
de todo lo que yo no
quería con ella ni
con nadie nunca más
entonces decidí leer solamente
aquello que no pinchaba
y así amé a Teresa
hasta el fin de los días.
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