viernes, febrero 12, 2010

Tigres en la sopa

Un momento definido por dos manzanas que equidistan
en el que la zona se torna ambiente que gotea
espaciado, lento, constistentes gotas de existencia
planean las tardes que toman formas de tregua
agazapada en unos placards como paréntesis
como es una bicicleta, como fue una red de caza
antes, cuando todavía no había alfombras para volar
e indefinidamente yo buscaba entrecerrado, sobre puntos transparentes
cuando no salpicaba el vértigo ni había tigres en la sopa
cuando el plástico bañaba tantas espaldas tatuadas con una estrella
cada una,
cada espalda,
cada tigre,
cada sopa,
cada estrella,
cada placard,
cada momento equidistante entre manzanas con la mitad de la piel
curtida por los pelapapas hospitalarios que improvisaba en Monte Grande
Sin saber que eran mentiritas piadosas, los pellizcones del entresueño,
para una vuelta al planeta de la velocidad, y en la mano un aerosol naranja
pintaba un símbolo parecido a una pelota de básquet, pero ni siquiera,
era el símbolo de la fragua, el sello de un sendero estrecho y terroso,
espejismos creados por la herencia de siglos de eso que llamaron progreso.
Mientras hoy podemos flotar esclarecidos porque ya no importa más nada
uno atrás de otro que gotean de la canilla los posibles futuros como diapositivas
dibujando en la pared de ladrillos mil espaldas estrelladas mientras te busco
en cada tigre,
cada sopa,
cada estrella,
cada placard,
cada espalda,
cada una.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿esclarecidos?

Juan Francisco Gentile dijo...

capaz fue mucho, ¿no?