me persigue la sombra de otro mundo
parecido pero no, como el devenir tonto
de la correntada crecida por la tormenta;
si le converso me mira estrábico y desconfío
si le silencio su sombra crece y el frío arrasa.
voces de la verdulería me anclan a tierra
son gritos que evocan sustancias mágicas:
"¡Lechuga!" "¡Zanahoria!" "¡Remolacha!"
apenas distingo el runrún de los motores
en la lenta muerte de una tarde de verano.
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