viernes, marzo 13, 2009

El primer paso del alfarero

Hace años jugué una larga y frondoza apuesta con los santos boricúas:
si perdía, me debería convertir en un eterno alfarero.
Nunca supe el resultado de la contienda emplazada por la mediación de un azar místico,
pero asumí la derrota porque así lo dictó mi espíritu envuelto en una energía deslumbrante.

Puse un mantel de aguayo, entonces,
sobre la mesa que había oficiado de campo de juego
aquella noche en que, desde la calle Don Bosco,
los diablos negros rompieron el yeso,
comenzaron a caminar displicentes hacia Yrigoyen,
y finalmente presionaron la música que anunció su llegada.
Preparé las vasijas con todo lo que deben contener,
seguí a rajatabla la servilleta engrasada de papafrita
donde dejaron sus instrucciones.

Dije las oraciones en un dialecto que nunca había pronunciado, y entonces hice la promesa: "Seré un alfarero".

He cumplido con el primer paso.

Pero, señores de trajes rojos, me concederán esta displicencia:
durante aquella velada nunca hablamos de materias primas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué linda manera, poética, para esa realidad

Juan Francisco Gentile dijo...

se agradece, anónimo(a) lector(a)