miércoles, febrero 04, 2009

Estado

A veces, cuando sobreviene un repentino desembarco de introspección
Pienso que es mejor aprisionarte, embarrarte otra vez con sal de pantano
y me ronda la idea de aplicar la antigua estrategia del palabrerío de a pinceladas.

Ocurre que te miro, y mi mente se cuelga de una palmera de mil cocos, dando la sensación de que para siempre jamás volaré estupidizado viéndote comer o fumar.

Es posible que no pueda entender cabalmente todo lo que veo.

La belleza amontonada en un espacio tan reducido. Los milimétricos e infinitos cristales que te conforman.

El andar de tu armonía. La forma displicente en la que observás tu alrededor.

Es posible que la certeza que el lenguaje está bien escaso para decirte desate una serie infinita de delirios inconexos que no puedo evitar cuando andás por ahí.

Suelo permanecer suspendido a varios metros de la tierra, cuando estuviste.

Durante largos días no vuelvo a cubierta, y levito de sonrisa idiota mirando altamar embravecida.

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