domingo, mayo 17, 2009

Mario Benedetti

Hace una semana que hay un libro de Benedetti arriba de mi inodoro. Cada vez que me siento en ese cómodo y acogedor trono, leo un cuento de El buzón del tiempo. Se trata de relatos chicos, pequeños encuentros ríoplatenses, con la infancia, el fútbol, la inmigración, la ciudad recientemente moderna, siempre equilibrados con la acostumbrada paz montevideana que tan bien hace al porteño atormentado por la velocidad. La elección del libro, debo confesarlo, fue completamente azarosa: esa noche, mientras hacía lo necesario para no cagarme encima, agarré el libro más a mano de la biblioteca del pasillo (tengo la costumbre de cagar leyendo, siempre).

Hace unos diez días tuve que escuchar detenida y detalladamente una entrevista radial de 45 minutos, entre Eduardo Aliverti y Benedetti. Decía que no tenía tiempo para escribir. Que siempre lo estaban invitando a un montón de lugares, a hablar de su vida y de literatura, pero que él sólo quería estar en su casa para escribir. Que nunca le faltaban temas para crear, que siempre le faltaba tiempo. Escuché esa entrevista con atención y mucho regocijo por una elección nuevamente fortuita: lo que importaba en ese momento era que los alumnos, entre los que me cuento, atendamos a cuestiones técnicas de la entrevista en radio.

Hará cosa de no más de 3 ó 4 dias, entre cabezas y humo, vi retazos de un documental sobre Benedetti, en el canal Encuentro. Recuerdo sólo fragmentos, palabras sueltas, gestos, porque me encontraba rodeado de gente que hablaba mucho, bebía, fumaba y hacía zapping.

Hoy murió Mario Benedetti.

Me gusta creer que las señales existen y que la vida se empeñó en que durante estos días posara especialmente mi vista sobre él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sin duda, las señales existen. creo que Benedetti fue el escritor que -sin conocerlo- me 'eseñó' a leer y escribir poesía de manera sensible. Leerlo siempre me resultó mas una complicidad, como volver al inicio, como si La borra del café o cada una de sus poesías fuera un poco seguir el contacto con esa simplicidad sensible y genuina de los inicios. En todos mis viajes a Uruguay siempre me propuse conocerlo y nunca pude hacerlo por "falta de tiempo". en fin... me quedo con eso, con que aunque nunca nos vimos, fue mi primer poeta, y tejer esa complicidad ya es como una especie de acercamiento, no?