miércoles, enero 02, 2008

Espectador

38 grados a la sombra y Rivadavia es loza radiante de edificio céntrico.
Las chicas cruzan la calle vestidas con diminutos harapos
de colores vivos. Tienen 15, 16 ó 17, no más.
Es un desfile de lo imposible
Nunca estarán en mi cama a las 10 de la mañana
con mal aliento y sudando sexo dulce, tal como quisiera.
Sin embargo, soy constante, sistemático,
y deslizo el gesto que reclama otra tres cuartos, negrita.
Suspendidos mis ojos sobre la esquina de Otamendi al cero
admiro cuán nutridos vienen el triolet
y las borregas de Buenos Ayres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo espero a las borregas

Hernán dijo...

jajaja ¡Las pendejas son lo massss! =P

No, posta. Me encantan las pendejas. No es que no me gusten las pibas de mi edad. De hecho me encantan, y mas grandes también.
Pero las pendejas tienen un no-sé-qué, je.