jueves, mayo 18, 2006

Oficina

Dedicado al Licenciado Ferrandi, el oso de la cueva
Febrero 2006.

Hacer estallar esa cárcel subterránea
desparramar por el aire sus trozos de cemento y carne
descocer sus heridas, mostrarle sus entrañas olvidadas
aplastar su reloj de piedra entre mis dedos
llenarla de agua, cortar sus techos y paredes
Con una tijerita china.

Hablarle en arameo y esperanto
darle palabras inconexas, sonidos que no escuchó jamás,
dar vida a un fuego vivo con sus teclas muertas
desnudar a sus habitantes e inundar sus oídos con saliva
dibujárles sonrisas de payaso con crayón viejo
Hacer taparrabos con sus corbatas.

Escribir desprolijos poemas de Oliverio Girondo en el piso.
Exactamente novecientos veintisiete versos, uno por cada lágrima retenida
llevar muchos perros sin correa, uno por cada sonrisa abortada
y juntar sus excrementos con los miles de papeles que pueblan los miles de ficheros que desbordan los miles de armarios que aún esperan que alguien los abra, los mire, los palpe.

Apalear esa infelicidad con la fuerza que sólo la infelicidad genera
hacer tronar un estruendoso aplauso. A nadie. A todos.
Sonarse toda la gripe con la ausencia de amor que levita
romper las luces bailando y bebiendo vino patero.
Jugar al ajedrez con los zapatos del jefe.

Y luego, Times News Roman 12, interlineado sencillo,
Renunciar.

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