En mi amplia frente caben tres piedras
una por cada divina comedia de enredos
en cuyos guiones alunicé la sonrisa tibia
para apagar las fauces de un volcán malo
el segundo exacto previo a su erupción.
Tres piedras caben en la frente de Juan
y yo que hasta ese momento no lo sabía.
Son tres y se apoyan con elegante frenesí
una por cada día arbolado, a la sombra
fresca y sabia de las acacias en mi camino.
Piedras ovaladas que ejercen leve presión
sobre una cabeza cansada de mucho rodar
al tope de un esqueleto que divagó mal.
La acción de los días lima sus puntas en tanto
mi frente se alfombra para un baile sorpresa.
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