Cada vez que suenan palabras
de una boca toda puesta en vos
arden los papeles, chicha la calma;
capas finas de hojalata, finura oxidada,
-en las que, como cebolla, me guardé-
trocan por aire, sumerjo al vacío
y llegan pulsudas las partículas de la vida:
el frío, el calor, la memoria, el olvido
todo en el mismo instante; no entiendo
si es un lenguaje desconocido del amor
o sólo palabras unidas entre sí
por un hilo invisible que debo cortar.
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