miércoles, diciembre 30, 2009

... y el barco se llama Ganga Yamuna

Ariel Minimal


Yo no sé descompuesto de palabras sigo el cuerpo luminoso
yo voy por más... ¿hasta dónde, hasta dónde?
hasta el cielo donde nadie antes llegó
¿Qué veo? Estás sola y esperándome sin hablar,
el tiempo se deshace cuando busco adentro tuyo.
Pronto tu alma voy a encontrar.
Yo te doy tres canciones, mil caricias
y un nombre con el que me podés llamar,
si querés yo me quedo con vos
hasta que pasen las mañanas y suba el mar
y tengamos que escaparnos en un barco a otro planeta
y el sol y la sal saluden a la chica y al samurai del espacio...
y el barco se llama Ganga Yamuna.

viernes, diciembre 25, 2009

A Paco Urondo

Sin disciplina ni método
erguirse en la parte más alta
de un cenáculo escondido entre las manos
que cubren como escamas las piernas rojas
mojadas por una lluvia de las seis de la mañana
una precipitación alcohólica y fulgurante como rayos
de luz asesina de enemigos del amor y del aroma a pan fresco
Sin disciplina ni método
aprender a amar sin colmillos
y no derramar sangre de nubes tontas
que toman formas decisivas en un cielo opaco
cuando más pasos en falso se filtran por los codos
un remolino de señales en amarillo titilante rueda
para agitar el fantasma de que no se puede dibujar alegría
Sin disciplina ni método
bailamos balanceándonos hacia los costados
y dejamos sobre el borde todo el ritual de mentiras
que nos exige nuestra generación y extracción de clase
para afirmar la convicción de que en paralelo hay más de eso
lo que nos tracciona como zombies hacia un lugar en la montaña
donde esperar ya más nada y de una vez por todas recostarse a vivir
Sin disciplina ni método.

miércoles, diciembre 23, 2009

El día más ancho

Nunca antes había ocurrido
que un mojón de cobre brilloso
angostara todos mis días
camino recto al día más ancho.

Piedras de Catamarca
Verde valle una por una
apiladas transforman huecos
que afirman la tierra que pisamos.

Con fondo de nieve duerme la niña
las empanadas de la noche de verano
y un vino tinto que enhielado la vigila
flotando en un aire tan denso y liviano.

Amanece la cuesta del portezuelo
zizagueante entre los cardos viejos
mate a mate toma color el mundo todo
y se agiganta con cada paso de día angosto.

Hasta la llegada del días más ancho, siempre
que se extiende voluminoso y trastoca la ruta
un día de muchos días, el mejor día de todos,
aliviana mi carga de mula porque quema lo que sobra.

miércoles, diciembre 16, 2009

Finalín y Comienzón

Pajarines volando cerca de la mano
aplazan el olvido como una centella
rebozante medialuna de la mañana
que por tarde es dura como piedra.

Conejos verdes con fritas y ensalada
en el frigorífico con olor a lavandina
los ganchos de acero amenazan a tu burra
y el tiro al blanco desafía a la mía.

Ay, de mí, un pequeño chacal
que asusta a la abuela con bombuchas
llenas de meo, esperanza macerada y firulete.

Ay, de vos, caderona irreal
que me enamora en dos mil burbujas
como bichos asesinos que me muerden el ojete.

martes, diciembre 08, 2009

4

Uno
más uno
más uno
más uno
como gotas
de incienso
angostado
por la cal
y la arena
del camino
que cruza
una posta
enclavada
en el mar
alejado
allá
donde termina
el arroyo
Las Conchitas
donde uno
más uno
más uno
más uno
como gotas
de madera
arañada
por mentiras
del truco
y la taba
como la china
del Tropezón
que me grita
"¡voy!"
se viste
(poco)
y húmeda
me abre
me mira
cuatro segundos
uno
más uno
más uno
más uno
como gotas
del aire
pesado
y antiguo
futuro
que contiene
toda la vida
de todas las vidas
que alguna vez
sonrieron por algo.

555

¿Existirá esa luciérnaga
que no titila y siempre es luz
preparada para ser humano
todos los días de la vida?

¿Habrá lugar en el mundo
para encarar las rocas del mal
juntos y sin psicosis
todos los días de la vida?

¿Será la coraza un mal necesario?
Si cuando cae retorna el eterno retorno
Como un cienpies duplicado
llegando eco desde el pasado más turbio.

No quiero Entumecimientos de Gales
Quiero amor, un campo, tomates, vino, pibitos, perros
alegría, brindis, asado, sonrisas, salame, queso, pan,
Amor.

Pero la pose posa sobre el peso del mundo entero
todos los días todas las noches toda la vida pasada
y presente, y futura, entredicha, tumultosa, chica,
cortita.

Cinco Cinco Cinco.
Cíclica como cebollas.
La patria chica.
El eterno retorno.

Cinco cinco cinco.
Cebollines y papines.
Ensalada del norte.
El eterno retorno.

Cinco cinco inco.
Falsete de la vida.
Colorete del payasón.
El eterno retorno.

Cinco cinco cinco
risas como estruendos
sin brillo
ni color.

Cinco cinco cinco
punto partida y final
no debo olvidar
la vieja lección.

Cinco cinco cinco
es
siempre
lo
mismo.

jueves, noviembre 26, 2009

Big bad day

Trastocar, así, en infinitivo, todos los órdenes universales
porque aparecen y desaparecen las luces del campo, a lo lejos
siempre es igual y trae confort, acaricia los pasados, arropa el futuro
alejarse del centro primario gestor del hielo.

Desalinear, porque sí, toda la vida de todos los hombres que me rodean
tan solo un segundo
para después cerrar la puerta
dejando atrás la bomba titilante.

Acto de justicia, de amor, de liberación, histórica partida
contra los mismos pulpos de la lata que arrebatan la carne.

Los resoplidos se apilan y forman un ambiente,
La escena se tensa hasta romperse.

Momentos que son un mojón de escarcha y poliester
cuando en un instante se sacude el pequeño mundo que rueda.

jueves, octubre 01, 2009

El sol sobre San Pablo

¿Te acordás nena cuando éramos tan felices
que no cabíamos en la bañadera?
Mirábamos los morros de San Pablo maldecir a lo lejos
y buscábamos la vía más rápida hacia Río por tierra
mojando el mapa, aprisionando las burbujas engualichadas,
¿Te acordás, nena? ¿Te acordás de mí?

Mañana

Cada vez que despertamos, todo para mi es perfecto.
Enredados en un aire viciado de humanidad no puedo despegarme.

Cada vez que despertamos, miro en rededor para recordar.
Porque afuera las guerras están al día y hace falta un caudal de potencia.

Cada vez que despertamos, floto porque descanso tanto.
Todo mi cuerpo es un solo cuerpo que puede caminar hasta caerse muerto.

Cada vez que despertamos, estoy seguro de que vamos a salvar el mundo.
Todo centímetro del refugio se hace luminaria que germina sin pausa.

Resplandece, cada vez, la suerte que nos toca
Se humedece una porción del universo en miniatura
Porque hay sol adentro y afuera, y las bombas rebotan
Regresan intactas al centro de la retaguardia del enemigo.

miércoles, septiembre 30, 2009

Lucero

Siempre se posa el mismo pájaro y picotea la madera
atraviesa imprudente el marco que limita la mirada
para juguetear una escondida con la ochava de Moreno
y trasladarse caminando a un empedrado minado de guerras
y de amor verde agua, y de locomotoras de miniatura,
y perros con jardinero, y locura de verano, y putas y putos,
y anarquistas italianos, y un comité radical intransigente,
y hermanas preciosas, y nubes de gasoil y paco, y viejas locas
y Julio paranoico, y el fantasma de Toto, y el piolín infinito,
y Milena que es hermosa y mala, y Mariano que no termina de irse
y la historia entera de los mismos protagonistas
delimitada por los bordes reales de la escenografía,
de la que forma parte el mismo pájaro, que se posa en la madera
y picotea los oídos desde las cuatro en verano y las seis en invierno.

Lali


-Esa mina está con vos

Alguna noche de enero de 2007, Lucho me hablaba y yo no lo escuchaba. Estábamos en la terraza del hotel El Carretero, del centro de La Paz, la capital boliviana. Mi atención estaba completamente abocada al espectáculo extraño que ofrece esa ciudad al anochecer, cuando miles de pequeñas luces trepan anárquicamente la extraordinaria cordillera que la encierra. Habíamos atravesado el periplo de llegar por vía terrestre desde Buenos Aires, en decenas de inmundos y pintorescos buses conducidos por hombres ebrios que surcaban a cientos de kilómetros por hora los peligrosos caminos del interior argentino, primero, y del altiplano boliviano, más tarde. Esa noche, rodeados de jóvenes, tomábamos cerveza “al tiempo” y fumábamos cogollos provenientes de las yungas amazónicas.

-Esa mina está con vos, boludo.

Finalmente escuché a Lucho. “Esa mina”, iba a saberlo más tarde, era Lali, una bonita porteña, estudiante de psicología, alta y morocha, que junto a un grupo de amigas y un par de chilenos hacían lo mismo que nosotros y que todos. No le di demasiada importancia al comentario de mi amigo, generalmente optimista para la conquista. Al día siguiente, Evo Morales cumplía un año de mandato como presidente de Bolivia, y La Paz se vestía de fiesta. Extrañamente, entre las decenas de miles de personas que escuchaban el discurso del primer mandatario indígena del continente, Lali y sus amigas aparecieron detrás de nosotros. Cuando quise comprar unas cervezas que ofrecía un muchacho de quince años, no me alcanzaron las monedas, y ella, con una sonrisa, me ofreció las que faltaban. Intercambiamos breves palabras, y la fiesta latinoamericana siguió su curso, cada uno por su lado.

Dos semanas más tarde, la Isla del Sol nos encontraba en sus playas rodeando un fogón nutrido de viajeros, que con el paso de las horas se fueron a dormir, dejándonos a Lali y a mí solos frente a la inmensidad del Lago Titikaka. Dijimos algunas tonterías, le devolví los tres pesos bolivianos que me había prestado en La Paz, y el resto es cuento viejo. Entre la cháchara previa, nos dijimos que dos días más tarde nuestros respectivos compañeros de ruta emprenderían el regreso. Ambos coincidimos en el deseo de seguir siendo hippies algunos días más, en ese poblado surrealista que es el Puerto Norte de la isla, habitado por un manojo de campesinos bolivianos que apenas hablan español, sobre una playa de mil maravillas en la que los viajeros acampaban por semanas sin pagar nada a nadie jamás. Veinticuatro horas más tarde, Juan, otro amigo que viajaba conmigo, se enteraba de que su novia, que también formaba parte del contingente, lo engañaba con cuanto tipo se le cruzaba. Me dejó la carpa que hasta ese momento había sido su nidito de amor para volver a Buenos Aires a moco tendido, tras una escandalosa separación en ese escenario tan extraño para una escena novelezca. Más allá de la tristeza que me causó ver a mi amigo con el corazón partido en mil pedazos, yo canté bingo.

Fue entonces cuando comenzó un inesperado idilio amoroso entre Lali y yo. En un iglú comprado en el Carrefour de Lugano, pasamos catorce noches memorables. Desayunábamos frutas deliciosas sobre la arena, bajo un amable sol cordillerano que nos acariciaba frente al imponente centinela de aguas heladas. Rodeados de colombianos, argentinos, chilenos y brasileros, éramos la pareja feliz de una comunidad nómade que había encontrado el lugar ideal donde reponer energías largos días para luego seguir con la ruta trazada, generalmente camino a las ruinas de Machu Pichu. Nuestra única preocupación era conseguir la leña para cocinar la cena, administrar con cordura los preservativos y reunir las monedas que gastábamos en el licor Pampeño que calentaba nuestras noches. Cuando el dinero se terminó, atravesamos juntos los tres días que duró el retorno desde la frontera entre Bolivia y Perú hasta la Reyna del Plata.

Lali fue mi pareja durante todo ese año. En diciembre de 2007, nuestra psicosis ciudadana se encargó, como siempre, de generar las excusas necesarias para una ruptura civilizada y expeditiva. Nunca volvimos a ser tan felices como durante aquellas dos semanas en la Isla del Sol.

viernes, agosto 28, 2009

Autobiografía en 30 líneas

Desafío propuesto por un piola profesor de Estilo


Juan Francisco Gentile. Me gusta mi nombre. A lo largo de los años me cansé de escuchar quejas blasfemantes contra padres de mal gusto. Sin embargo, yo celebro la ocurrencia de los míos, que podrían haber elegido, sin esfuerzo, un canónico Pablo o Manuel para acompañar a Juan.
El 13 de mayo de 1985 la primavera alfonsinista entraba en el epílogo previo a la crisis económica de fines de los ochenta. Ese día, en la Clínica del Sol, asomé una cabeza especialmente grande. Laura, mi madre, que es médica, cocina como un cheff de primer nivel y es la mejor en todo lo que hace, cuenta que sintió un “dolor inmensamente alegre”. El barrio de la Recoleta que me vio nacer nada tiene que ver con el clasemediero Almagro al que Carlos, mi padre psicoanalista, me llevó a los pocos días en un destartalado Peugeot 404 modelo 70 junto a Pablo, mi hermano mayor, que me lleva once años y con el que no desarrollé una relación sino hasta que él tuvo 30 y yo 19. Aún vivo en esa zona mediterránea de la ciudad, de la que disfruto por su espíritu cultural, tanguero y progresista.
Serrat, Almendra, María Elena Walsh, Charly y Tato fueron el sonido ambiente con el que crecí, hasta ser el más alto de la salita, luego del grado y más tarde del curso. Siempre aparenté más edad de la que tuve. Me pregunto cuándo va a pasar a ser un problema.
En 1989 nació mi hermano menor, Agustín, y desde entonces tuve con quien corretear, destrozar vidrios, jugar ocho horas seguidas al Mario Bros sin pestañear, dibujar pijas y tetas en las paredes de la casa, y todas esas cosas que hacen los chicos. En el colegio primario me enamoré perdidamente de una piba que se llama Lucía, que era hermosa y lo sigue siendo. Nunca me animé a decirle nada.
Más tarde, un secundario cargado de bohemia, la militancia política, el rock, el descubrimiento de la literatura, la primera novia, el sexo, las borracheras y porros configuraron un adolescente neo hippie que comenzó a escribir poesía y a editar la revista del Centro de Estudiantes. La palabra escrita me permitió generar pequeños revuelos, conseguir chicas, cambiar mi mundo. Tal vez sea ese el origen de mi confianza en que la escritura puede contribuir a cambiar el mundo.
Hoy tengo 24 años, me faltan ocho materias para terminar la carrera de Letras en la UBA y hago Periodismo para cambiar el mundo. Trabajo en la más sanguinaria máquina mediática, el Grupo Clarín. Mi consuelo: José Martí escribió alguna vez que sabía como combatir a Estados Unidos porque había vivido “en las entrañas del monstruo”.

miércoles, julio 15, 2009

Cinco

Siempre es igual,
ella entra soplando una fotografía sin tocar la puerta.
Más tarde ensillo y me voy en puntillas sin despertarla.

Pasa el tiempo,
es arremolinada la espera de más que pantallazos de luz.
Pero algo me susurra que hay que empezar por desandar el camino.

Llegar a puerto,
aparece como una imagen difusa que tramita el Estado de Cosas.
Entonces me asalta una revelación: ninguna ruta puede ser cíclica.

No hay más,
el timón para algo gira y es timón y encara la tormenta furiosa.
Cuando arrecia una tempestad hay que asumir cuánto se la desea.

domingo, julio 12, 2009

Del mate en la vereda, del sol que acaricia las pompas del barrio,
de quince veranos de sonrisas en cueros, De tanto asar la carne de la amistad,
de las viejas que limpian las baldosas como si fuera la batalla final,
aprendí todo lo que necesito para ser entera y eternamente feliz:
colores, bamba-bamba, perros, amores de un día, amores de mil,
sándalo, vinagre, sartenes, fotografías, cerveza fría, grasas trans,
algarabía, bochinche, carcajadas, maní con cáscara, los gauchitos,
tu cola y tu pollera, el ombligo de la luna, pastel de papas,
la paja, el ojo ajeno, el ojo propio y la esmeralda libertad,
atrrevidos los pendejos de la pelota en el empedrado, todo el sol,
un estanque o similar, cuchillos y tenedores, guitarras, papel blanco,
la balón y los pibes, terraza, el desierto en la ciudad, bondis de madrugada,
la belleza desnuda, maestros del piné, la belleza empapada, mollejas con limón,
damajuanas, rock and roll, la ruta infinita, el horizonte, la carpa de circo,
jamón crudo, irreverencia, pan casero, lealtad, conventillo bien entendido,
el aljibe y el parral, los reductos, el misterio, organización y las arenas,
pisar las orillas cada tanto, siempre que pueda mojar los pies, cocinar,
la estrategia y la táctica, amamantar la posibilidad, mirar desde lejos,
los santos boricuas, las nenas y su filtreo, sonrisas luminarias,
la tábula oscura repleta de suaves mojones, balcones blancos, posibilidades,
el viejo de la bolsa, una mirada en el subte, las flacas de lapa,
las canchitas de Quintino, y después a Castro y Agrelo,
pintar todo lo pintable, colgar de los techos todo lo colgable,
ligar para el tanto, la yerba de la coope, las plantas de Boulogne,
galletas con queso, la inmensa calma del sur, la casa de López,
dos margaritas, Jazmín, los cuatro metros que nos median, el azar.

jueves, junio 11, 2009

Picante

Hoy amanecí picante.
La ciudad era ancha y de una bravura seductora,
con luminosos bondis adornados por perlas mediodía.

Una premonición astral.
Conocía el camino y lo atravesé de displiscente sonrisa.
Supe que había que pelar esa carta que le gana al guiño criollo.

Reveló el secreto mejor guardado.

Galope

Demasiadas secuencias se suceden sólo porque sí.
Sin motivos aparentes arman nudo sobre nudo sobre nudo.
¿Por qué esperar a que algún algo ocurra
por la causa de cierto tipo de designio sobrenatural?
Si tengo la cabeza galopando a un millón de revoluciones
y arde la cosmogonía del deseo cuando voy en el subte.
Si sólo quiero flotar tan liviano en una huerta
bañada por el sol de la Provincia de Córdoba
que florece tomates y lechugas y porro y amor.
Si no quiero recibir mensajes de texto, nunca más
ni esperar a que se alineen los planetas para enceder la estufita
después de comer un asado con cuero y ensalada con oliva
del vino tinto que de Mendoza trae el gallego José, en damajuanas,
que salen 15 pesos y contienen cinco litros de un néctar sapiensal
que nos hace amarnos y abrazarnos hasta el fondo del estanque
porque decidimos olvidar las secuencias ajadas
de los novelones con los que nos criamos o, peor aún,
de los psicóticos que protagonizan esos libros tan teorizados,
que cada vez me importan más carajos, y ya van como setentaycinco.

Necesito retomar la senda y volver a la tarea de desenredar
hasta encontral la punta del ovilo que dejé en un parque
No voy a agregarle vueltas al camino porque ya es tiempo de volar
y desconocer la falsa encrucijada del mal mayor y el mal menor.

No es así no es así no es así.
Yo conozco la escalera.
Y la voy a construír.

jueves, mayo 21, 2009

El payasito

Cuando una irregularidad amanece
sobre la mirada del mundo entero
paciente, deforme, atronadora
tal vez sea el momento oportuno
para hacer la plancha por un rato.

O quizás sea la planicie el problema.
Que no aparezca nunca ese picante,
rojo, salado, tan seductor y putaparió
del que me hablaron los hermanos
que existía debajo de tu armadura.

Ya se que a veces exagero el comportamiento
gracias al pasado y a las ganas de volar
pero no me digas que no soy bien gauchito
que buceo y hago como un loco el payasito
que no se animan a hacer allá por el norte.

Porque es necesario que la cabeza estalle de ganas
y que importe todo tres carajos, por momentos,
para poder creer que aún podemos revertirlo
sentir que estamos sucios y peligrosos, picantes,
ir al tefrén plantarse de puño con la represión.

Porque
sino
mejor
ni
siquiera.

domingo, mayo 17, 2009

Mario Benedetti

Hace una semana que hay un libro de Benedetti arriba de mi inodoro. Cada vez que me siento en ese cómodo y acogedor trono, leo un cuento de El buzón del tiempo. Se trata de relatos chicos, pequeños encuentros ríoplatenses, con la infancia, el fútbol, la inmigración, la ciudad recientemente moderna, siempre equilibrados con la acostumbrada paz montevideana que tan bien hace al porteño atormentado por la velocidad. La elección del libro, debo confesarlo, fue completamente azarosa: esa noche, mientras hacía lo necesario para no cagarme encima, agarré el libro más a mano de la biblioteca del pasillo (tengo la costumbre de cagar leyendo, siempre).

Hace unos diez días tuve que escuchar detenida y detalladamente una entrevista radial de 45 minutos, entre Eduardo Aliverti y Benedetti. Decía que no tenía tiempo para escribir. Que siempre lo estaban invitando a un montón de lugares, a hablar de su vida y de literatura, pero que él sólo quería estar en su casa para escribir. Que nunca le faltaban temas para crear, que siempre le faltaba tiempo. Escuché esa entrevista con atención y mucho regocijo por una elección nuevamente fortuita: lo que importaba en ese momento era que los alumnos, entre los que me cuento, atendamos a cuestiones técnicas de la entrevista en radio.

Hará cosa de no más de 3 ó 4 dias, entre cabezas y humo, vi retazos de un documental sobre Benedetti, en el canal Encuentro. Recuerdo sólo fragmentos, palabras sueltas, gestos, porque me encontraba rodeado de gente que hablaba mucho, bebía, fumaba y hacía zapping.

Hoy murió Mario Benedetti.

Me gusta creer que las señales existen y que la vida se empeñó en que durante estos días posara especialmente mi vista sobre él.

sábado, abril 18, 2009

Estrategia

Largos años permanecí en búsqueda del calor pacificador de la cordillera
el retorno fue una espiral de caminos que me llevaron una y otra vez
a las orillas heladas, contorneadas por inmensos centinelas sabios
que conocían cómo decirme las palabras justas para emprender la marcha.

Largos años rodé en periplos tras un lugar en el fondo de la tierra
que me encontró y me desencontró en tanto volvía a la alienación corriente
lo supuse componente de una operación compleja que se construía infinitamente
y pude acudir a ese espacio cada vez que las cosas se pusieron peliagudas.

Hoy entendí que todo es creación
y si hay suerte entonces la marea baja pero hay que saber nadar
para programar sensatamente esa cuota de demencia de la que no me pienso desprender.

Hoy traslado mi corazón hacia atrás
ahora que el revisionismo el tango y la nostalgia están de moda
para tomar carrera y emprender una nueva estrategia que te contemple cerca mío.

martes, abril 14, 2009

Intervalo

Trece arañas bailaban
sobre el aire de fondo verde
cuando una tonada con vientos del Uruguay
me tomó del brazo y me llevó a caminar
tras tus pies desnudos hacia un muelle enclenque.

Cuando, lentos, nos desplazábamos en fila,
y yo te miraba el culo
como un chiquilín a esa nena hermosa
que juega a la pelota con los pibes,
impusiste la ley del menor esfuerzo sabiamente.

Ya no pude hacer caso a las barreras
que durante buen y mal tiempo tanto habían funcionado:
era hora de volver a ser el que siempre había sido.

martes, marzo 17, 2009

Recordatorio

Soñé, otra vez, que te besaba. Un año, o más, o menos, después.
Pero esta vez me besabas vos. Y ya no tenías el pecado enredado.
Esta vez era permitido. O mucho más. Esta vez besarnos era una obligación.
Un castigo divino. Un mandato familiar. Un destino infranqueable.

Una casa vieja con patio, unos perros y gatos, sexo matutino y vespertino, buen morfi, vino tinto, quizás unos hijos, vecinos simpáticos, un barrio tranquilo, promesa de amor eterno.

Espera en algún barrio del sur de la ciudad,
para cuando tengas ganas de volver.

viernes, marzo 13, 2009

El primer paso del alfarero

Hace años jugué una larga y frondoza apuesta con los santos boricúas:
si perdía, me debería convertir en un eterno alfarero.
Nunca supe el resultado de la contienda emplazada por la mediación de un azar místico,
pero asumí la derrota porque así lo dictó mi espíritu envuelto en una energía deslumbrante.

Puse un mantel de aguayo, entonces,
sobre la mesa que había oficiado de campo de juego
aquella noche en que, desde la calle Don Bosco,
los diablos negros rompieron el yeso,
comenzaron a caminar displicentes hacia Yrigoyen,
y finalmente presionaron la música que anunció su llegada.
Preparé las vasijas con todo lo que deben contener,
seguí a rajatabla la servilleta engrasada de papafrita
donde dejaron sus instrucciones.

Dije las oraciones en un dialecto que nunca había pronunciado, y entonces hice la promesa: "Seré un alfarero".

He cumplido con el primer paso.

Pero, señores de trajes rojos, me concederán esta displicencia:
durante aquella velada nunca hablamos de materias primas.

domingo, marzo 01, 2009

Disculpe...

¿Si agarro un pincel e invento mapas que nos llevan al triunfo?
Los multiplicaría en cada paso, los fotocopiaría por infinito.

miércoles, febrero 25, 2009

Algo tenía que pasar

Encontrados:
casillas con rascacielos
negro con gringo y caramelo
caos y armonía
Amor. Incertidumbre. Alegría. Demencia.

Río de Janeiro.

sábado, febrero 14, 2009

La rapadita

Era una piba de esas que buscan afearse de manera obsesiva,
pero no lo lograba: más se afeaba, más bonita era (como La chica más guapa de la ciudad, de Bukowsky, escritor relegado sistemáticamente por los académicos y estudiosos de la literatura, tal vez por haber sido un yonqui con aspecto de vagabundo que vendía como pan caliente libros desbordados de agujas punzantes sobre la alienación de la ciudad occidental moderna).

Cabeza rapada, pantalones anchos, zapatillas de flaco, y miles de aretes bailando en su carita.

Todo lo que hacía para detonarse estallaba en armonía resplandeciente.

Me enamoré perdida e instantáneamente de ella.

Nos miramos durante años, y nos hablamos el idioma de los tontitos felices a través del tiempo, de modo infinito.

Adoré su heavy metal que me zamarreaba de lado a lado, sin esperar por el amanecer, ni por la noche, ni por nada de nada.
Un camino turbulento que hacía falta.
Revolución.

Su dulce rostro de barrio me revelaba sexo aplastante e interminable, la guerra que todo pueblo anhela, la danza que el paralítico sueña con apretujón de ojos, la prisión con la que se masturba el carcelero.

Un pimpollazo, señora, que metía miedo a las abuelitas.

Se bajó en Medrano y Córdoba.

miércoles, febrero 04, 2009

Estado

A veces, cuando sobreviene un repentino desembarco de introspección
Pienso que es mejor aprisionarte, embarrarte otra vez con sal de pantano
y me ronda la idea de aplicar la antigua estrategia del palabrerío de a pinceladas.

Ocurre que te miro, y mi mente se cuelga de una palmera de mil cocos, dando la sensación de que para siempre jamás volaré estupidizado viéndote comer o fumar.

Es posible que no pueda entender cabalmente todo lo que veo.

La belleza amontonada en un espacio tan reducido. Los milimétricos e infinitos cristales que te conforman.

El andar de tu armonía. La forma displicente en la que observás tu alrededor.

Es posible que la certeza que el lenguaje está bien escaso para decirte desate una serie infinita de delirios inconexos que no puedo evitar cuando andás por ahí.

Suelo permanecer suspendido a varios metros de la tierra, cuando estuviste.

Durante largos días no vuelvo a cubierta, y levito de sonrisa idiota mirando altamar embravecida.

lunes, enero 26, 2009

Celebro

Para mi amigo Agustín


Ya nada ni nadie podrá detener tu búsqueda, hermano.

Por eso es que celebro al alzar mi copa de cariño que hayas decidido bucear allí donde el agua es turbia y de una densidad ondulante.

Será el espesor de tu marcha el filo de la estaca que apuntale un puente nuevo para unir los cabos sueltos, las distancias construídas por la alienación y el encierro.

Aprisionando lo que deba estar preso, y dando liberación a todo lo demás,
te adivino correctamente rumbeado en el bosque organizado que escogiste para tu viaje.

Te abrazo y cuido para vos, y para tu inevitable regreso, tu lugar en nuestra mesa.