Hoy amanecí picante.
La ciudad era ancha y de una bravura seductora,
con luminosos bondis adornados por perlas mediodía.
Una premonición astral.
Conocía el camino y lo atravesé de displiscente sonrisa.
Supe que había que pelar esa carta que le gana al guiño criollo.
Reveló el secreto mejor guardado.
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