El sol nos vuelve a acariciar cada mañana
y es impensable que algún día se vaya a terminar la vida.
No hay manera de entender los finales
más que como un capítulo efímero de un cauce eterno.
Aunque la razón, cabezadura por miles
ostensiblemente argumenta: cada día es un día y nada más.
Los estrellados copos, nieves del tiempo
platean los pensamientos dibujados sobre la tierra que esparzo.
¿Hay puentes que unen la lucha por todes
con la cotidiana puja para que la coraza -necesaria-
no me congele el corazón?
Yo creo que sí
gracias a vos
Paco.
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