El calor opaco de una nuez que baila
sobre un disco rayado de merengue italiano
me copa.
Atiende en Buenos Aires,
pero está en todos lados;
es un vapor invertebrado y vitalicio,
entumece las dunas al rodear aquel faro
querandí en la reserva de plano
chamamé irregular.
Así de contadictorio es el pejerrey,
otra vez la surtida suerte avisándome:
"El señuelo viene ensombrecido.
Cuidado ameo esto es así de salvaje,
un descuido y a guardar
la sombra de un álamo sin raíz".
¡Puede fallar!
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