Imponente y borrascoso
se abre paso la carretera
entre montañas muy verdes
lluvias orográficas salpican
cada vez que unas nubes
juntan agua del pacífico
y quieren cruzar al otro lado
descargan su amor líquido
en laderas de colores
inyectan el torrente de los ríos
y bañan de colores el terruño
donde la fuerza natural
es un dios que todo lo puede.
Coníferas y estancias solitarias
alimento de salamandra, abundante
leña: todo sobra nada falta.
La soledad.
Un escenario para esas mujeres
y sus cavilaciones de infancia entre
mermeladas, descubren cada textura,
y la vida que se abre.
Luego deberán enfrentar los prejuicios
las exigencias sociales
las barreras y los hielos eternos
con palabras curativas.
Así es como yo me imagino
el sur de Chile
y a las mujeres que allí corrieron felices.
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