La pócima que bebimos una tarde nublada a la mitad aparece desparramada sobre la superficie plumífera y horizontal del principio naufragante que baila en redondo eternamente.
No seamos estrechos, entonces, dama obscura y escalonada.
Sólo un ápice bastaría.
Un poco de lluvia y café, contra este frío áspero.
Combatir el canto inoportuno de las aves y el sol. Ser primerizos. Esfumar.
No dormir por algunas temporadas, y entonces recaer sucesivamente
tal vez sea un atinado analgésico para tanto despilfarre de aire denso.
Sólo un ápice bastaría para alargar el camino maltrecho,
y tornarlo luminoso.
1 comentario:
Volví, genio de todas las tinieblas y la claridad.
Besitos!
Publicar un comentario