Las plantas suelen tener mensajes que transmitir.
Acostumbran, por estos lares, a contar historias.
Ostentan pozos profundos,
y mueven su boca de forma frenética, extrapolada y vivaracha.
Las plantas aquí se paran sobre unas piernas delicadas
y hablan a viva voz el idioma que es todos los idiomas.
Es cierto que, ocasionalmente, eructan aroma a antipasto,
pero no por esto se opaca lo seductor de sus relatos.
Crecen junto a la vía del Sarmiento
en túneles a cielo abierto hechos de negros ladrillos anarcosindicales, portuarios, cocoliches.
Hay un parroquiano que, los domingos, cree oírlas transmitir el partido. Pero está loco: esos yuyos de mayor y menor rango narran historias con aroma ciego a pickles intermitentes. Nada de fulbo materialmente palpable.
1 comentario:
bravísimo
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